Experimentos sobre los efectos somáticos y psíquicos de la psilocibina

El equipo del profesor Jean Delay (formado por P. Pichot, L. Lenpérière, P. Nicolás-Charles y A.-M. Quétin) en la clínica de enfermedades mentales y del encéfalo, emprendió en 1958 una serie de experimentos sobre los efectos somáticos y psíquicos de la psilocibina.
Estos experimentos, se realizaron con cuarenta y tres sujetos, entre ellos trece normales y treinta enfermos mentales. La dosis media de psilocibina fué de 10,2 mg administrada por vía oral a los sujetos normales, y a los enfermos por vía oral, subcutánea o intramuscular.
Los resultados fueron objeto de una comunicación a la Academia de Ciencias en octubre de 1958, y en abril del año siguiente, a la Sociedad médico-psicológica. Los principales efectos somáticos eran los mismos en los sujetos normales que en los enfermos: dilatación de la pupila (midriasis), perturbaciones vasomotoras, modificaciones del pulso, de la tensión y de los reflejos. Los psiquiatras comprobaron que, aunque los efectos psíquicos de la psilocibina se parecían a los de la mescalina o a los del ácido lisérgico, se observaba también una hipotensión y una disminución del ritmo cardíaco.

Los efectos somáticos, que sobrevienen generalmente antes de los efectos psíquicos, se reproducen por orden decreciente de frecuencia en las tablas de las páginas siguientes.
Los efectos psíquicos varían según los sujetos. Sin embargo, ciertas constantes han permitido a J. Felay, Pichot y sus colaboradores bosquejar el cuadro de un “experimento tipo”:

“Tras una fase de latencia, que varia de algunos minutos a una hora, aparecen los primeros síntomas. EL sujeto experimenta sensación de calor, malestar físico. Tiene que dejar de leer o sus ocupaciones, va espontáneamente a tenderse, quejándose de astenia o de somnolencia. Nota entonces congestión facial, midriasis, bradicardia, leves perturbaciones de la coordinación y el equilibrio, disminución de la actividad motriz y verbal. Las perturbaciones se instalan más o menos rápidamente; la euforia domina habitualmente: satisfacción profunda, reposo, contento de si. A esto se añade a veces una sobreexcitación ligera con locuacidad, risa loca, necesidad de movimientos. Pueden aparecer visiones coloreadas y movedizas; arabescos, círculos luminosos, imágenes calidoscópicas que fascinan al sujeto y hacen mayor su bienestar. A estos trastornos se asocian perturbaciones de la conciencia de tipo oniroide, alteraciones en la percepción del tiempo vivido, una transformación del ambiente que se torna raro e ideal. El sujeto percibe modificaciones en su propio cuerpo. Asiste divertido o perplejo a una especie de juego cuyo actor sigue siendo él.

Gracias a esos trastornos aparecen las intuiciones delirantes, las revelaciones inefables, las contemplaciones estáticas. El sujeto descubre un universo inaccesible a los demás, el de las “verdades fundamentales” y de la “belleza pura”.

Pero la euforia no es permanente. Sobreviene can arrebatos que parecen simultáneos a los arranques vasomotores. Alterna con momentos de angustia más o menos durables. La crisis dura unas cuatro horas. Las perturbaciones de conciencia se atenúan las primeras, las pertur-baciones tímicas duran más tiempo. Se nota frecuentemente un período de hipomanía y a veces la euforia persiste a día siguiente; pero el trastorno más duradero es la astenia, a veces más acentuada, los días siguientes que durante la crisis.”

Más información en “Historia de las drogas” de J. L. Brau.

Un cruel experimento con LSD mató al elefante Tusko

Un cruel experimento con LSD mató al elefante Tusko

El elefante Tusko

El elefante Tusko

El 3 de agosto de 1962, investigadores del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oklahoma, dirigidos por el reconocido colaborador de la CIA Dr. Louis Jolyon West (realizó la evaluación psiquiátrica de Jack Ruby), usaron como modelo animal para su experimento a Tusko, un elefante indio de 3000 kg del zoológico local.

El experimento en cuestión iba a ayudar a comprender el violento frenesí que los elefantes macho experimentan de una a dos veces al año tras completar su maduración sexual. Para llevarlo a cabo, suministraron a Tusko una dosis de 297 mg de dietilamida de ácido lisérgico (LSD) mediante un dardo disparado con un rifle.

Alrededor de cinco minutos después de administrar la LSD, al elefante le empezaron a temblar las rodillas para acabar desplomándose en el suelo entre espasmos. A los 20 minutos de haberle disparado el dardo lisérgico, se le administró 2800 mg de clorhidrato de promazina (un neuroléptico similar a la Thorazina) para contrarrestar la acción de la LSD en el organismo del paquidermo, pero sólo consiguió paliar levemente las convulsiones y la dificultad respiratoria.

Una hora después, el propio Dr. West le administró una cantidad no cuantificada de pentobarbital sódico en un intento sin éxito de salvar al elefante, muriendo este una hora y cuarenta minutos después de habérsele administrado la dosis de LSD.

Tras el fallido experimento, surgieron muchas dudas sobre que pudo ocurrirle a Tusko. La principal fue ¿qué le mató? Se dijo desde el primer momento que fue la LSD lo que acabó con la vida del elefante, aunque algunas mentes críticas cuestionaron públicamente que era una afirmación incierta ya que pudo haber sido la desmedida cantidad de clorhidrato de promazina o la cantidad desconocida de pentobarbital sódico las que acabaron con la vida del animal.

Otras voces se centraron en criticar que las cantidades de fármacos suministrados a Tusko fueron torpemente trazadas, ya que se calcularon en función al tamaño del paquidermo y no de otros parámetros como el peso, la bioquímica o la farmacocinética y farmacodinámica del elefante.

Hay una extendida teoría de que lo que pudo matar a Tusko fue el clorhidrato de promazina, ya que uno de los efectos de la thorazina (sustancia mejor conocida y muy similar) es la hipotensión ortostática. Esto es la caída de la presión arterial sanguínea tras haber estado de pie mucho tiempo. Una gran cantidad de sangre se acumula en las piernas impidiendo que la cantidad normal de sangre regrese al corazón, lo que da como consecuencia que tampoco sea posible que una cantidad adecuada de sangre salga del corazón para circular hacia el cuerpo, principalmente al cerebro.

Sea cual fuere la causa de la muerte, sin duda se trata de una de las mayores chapuzas hechas en nombre de la ciencia.

Enlace: http://www.lycaeum.org/w/images/2/23/LSD_Elephant_1069a.pdf